Juan Molina Bio
Nuestra Finca está situada en el paraje natural de los Karst en yeso de Sorbas, al noreste del Parque Natural Cabo de Gata. Estamos rodeados de montañas, aislados y alejados de cualquier actividad agraria o de otro tipo.
La finca se encuentra desde final de los años setenta del siglo pasado en manos de nuestra familia. Se trata de una finca agrícola, dedicada tradicionalmente a la producción de cereal, aceituna, almendras, algarrobas y hortalizas. Hoy día hemos centrado nuestros esfuerzos en la producción de tomate, aceitunas para aceite, almendras y algarrobos. Gracias a nuestro clima podemos producir tomate desde finales de septiembre hasta principios junio. Nuestra ganadería ovino-caprina, así como nuestras vacas y poni son una parte importante y complementaria de nuestra actividad, enfocada cada vez más en conseguir un círculo económico cerrado, autónomo, sostenible y respetuoso con el entorno.
Aprovechamos tanto los productos principales como los deshechos. Los animales se nutren con una parte de la producción de hortalizas que no utilizamos para la venta por motivos de las especificaciones del mercado. El compost se prepara con residuos de nuestros animales y los restos vegetales. Utilizamos sobras de poda, cáscaras de almendras y huesos de aceitunas, como combustible para la calefacción en invierno.
Las energías renovables y el manejo eficiente del agua, juegan un papel fundamental en nuestras instalaciones. Aparte del aprovechamiento de los restos de la producción, estamos apostando fuertemente por el uso de la energía fotovoltaica.
Debido a la escasa pluviometría de la zona, la gestión del agua es fundamental. Hemos mantenido los antiguos aljibes y construido nuevos embalses que, junto una red de canales, sirven para almacenar y distribuir el agua recogida de la lluvia.
En nuestra finca de 180 has. procuramos una diversidad de especies, tanto en la fauna como en la flora. Para nuestro pequeño círculo económico es esencial trabajar con diferentes plantas y animales. Así mismo, para nosotros es igual de necesario tener un efecto beneficioso sobre la biodiversidad en nuestro entorno. Hemos mantenido y creado zonas y corredores con plantas autóctonas para permitir que los insectos y los animales locales se establezcan con nosotros. De este modo, evitamos la habitual expulsión de las especies autóctonas y frenamos la desertización, frecuente consecuencia de la actividad de la agricultura moderna.